En lo profesional:
*Es un profesional que domina su área.
*Se mantiene actualizado.
*Tiene conciencia de la responsabilidad de su profesión.
*Merece respeto por la capacidad profesional que muestra tanto dentro como fuera del aula.
En cuanto a la docencia:
*Ayuda significativamente a sus estudiantes a alcanzar los objetivos del curso.
*Prepara bien su clase y hace de ella una actividad estimulante y productiva.
*Logra que los estudiantes se interesen por la materia empleando eficientemente estrategias de enseñanza-aprendizaje apropiadas a los objetivos del curso.
*Evalúa a tiempo, con justicia y de acuerdo a los objetivos y contenidos del curso, estimulando el mejoramiento del aprendizaje.
En cuanto a aportaciones fuera del aula:
*Presta su aportación a la creación de nuevos conocimientos, al desarrollo cultural y a la adaptación de tecnología.
*Contribuye con el crecimiento y mejoramiento de su Unidad Académica, de la Universidad y de la comunidad.
En lo interpersonal:
*El buen profesor tiene vocación de maestro: ayuda a sus estudiantes a crecer personal y profesionalmente.
*Es una persona mental y profesionalmente madura: es cálida, honesta, abierta; respeta a sus estudiantes, se interesa por ellos y disfruta de la interrelación profesor-estudiante.
*Sirve de modelo a sus estudiantes en cuanto a su comportamiento como profesor, como profesional y como ciudadano.
En cuanto a responsabilidad:
*Cumple con las normas mínimas de puntualidad, impartición de docencia, administración de exámenes, asignación y entrega de calificaciones.
Además de las cualidades ya expuestas, creo que una de las característica de mayor importancia y que debe cumplir a cabalidad un buen profesor, es que debe ser alguien autónomo, es decir, enseñará a los alumnos a descubrir su propia autonomía y a crecer siendo fieles a sus propios principios e ideales, y no movido por sus caprichos y deseos egoístas e infantiles. Con esto un profesor es alguien disciplinado que está para educar, para cumplir con el rol social que permitir que las generaciones más jóvenes logren ajustarse a los requerimientos de la sociedad en que estén. Por ello es que el docente no puede perder de vista el apego a normas de convivencia que permitan que los jóvenes eduquen su libertad. No se trata de imponer una obediencia ciega a normas y principios sino enseñar a respetar esas normas por lo valioso que contienen tras de si. Por ello es que es preciso que el docente sea prudente, sepa cómo actuar desde una acción ética y no políticamente correcta. Un ánimo educado y capaz de tomar decisiones efectivas, centradas no en el beneficio propio ni en lo políticamente correcto, sino en valores y principios efectivamente formativos.
Me parece que estas acciones desde el plano ético se fortalecen más cuando quien las emite es alguien capaz de fascinar y atraer la atención de sus alumnos. Por tanto un profesor debe dejar de ser un mero instructor de contenidos para convertirse en un pleno educador, en un servidor de las vocaciones ajenas.